Es tan breve que el verdadero sentimiento se queda siempre a las puertas de la conciencia.

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domingo, 22 de marzo de 2020

Parece que va llover

“Parece que va a llover y a ti no te importa” me dice. 
Tiene la manos en los bolsillos y mira por la ventana, directamente a su predicción meteorológica, veo su perfil y su boca es una línea recta que se tuerce hacia abajo en las esquinas. 
Llevo despierta apenas unos minutos, sólo quiero desayunar tranquila, pero cuando he entrado en la cocina él ya estaba vestido e incluso se había puesto la chaqueta, como si fuera a salir a pesar de la lluvia, hacer al menos el intento, yo todavía llevo el pijama.
“¿Qué quieres que haga? puedo sacar el paraguas, todavía podemos ir aunque nos mojemos un poco” sugiero con una media sonrisa. 
Parece que el tiempo lo ha arruinado todo, su boca se tuerce en una mueca durante un momento y luego vuelve a aplanarse, un labio apretado contra el otro. Un paraguas no es suficiente, se supone que el tiempo cura pero en realidad estropea la piel, los planes y las ilusiones, entre otras cosas. 
Se encoge de hombros.
“Quizás, pero creí que estarías enfadada” hace una pausa como si no me pudiese imaginarme enfadada “o triste” ofrece como segunda opción. 
“Lo estoy” o debería estarlo, triste o enfadada o ambos, porque a él sí le importa y por extensión debería importarme a mí, “habría sido divertido si hiciese buen tiempo y nos pudiéramos bañar, pero todavía podemos ir”.
“¿No te molesta que llueva?” 
La pregunta escapa a través de la línea recta.
“¿Qué te preocupa más que llueva o que yo no llore por ello?” no me responde, sigue mirando por la ventana  “el año pasado tampoco fuimos”.
“Ya” murmura, el año pasado nos despertamos tarde y yo hice tortitas y follamos sobre la mesa de la cocina y su boca era una curva relajada y traviesa “pensé que esta vez sí que iríamos, ayer preparé algo para comer” 
Debe de ser decepcionante, el tiempo que no cura, yo que todo me vale y él se esfuerza, que quiere hacer algo pero no sabe qué, que me ve quedarme quieta. No sé qué responder, así que no digo nada y sigo comiendome mis cereales, miro por la ventana. 
Me encantan los días nublados, me gustan las nubes viajando cambiantes sobre el paisaje, sus claroscuros, sus repentinas sombras y su luz velada, quiero salir con mi cámara a dar una vuelta, pero si lo sugiero quizá la línea se abrirá intuitiva para decirme que prefiero estar sola. 
“¿No vas a decir nada?”
    Descruza los brazos, miro sus manos, las palmas hacia arriba como sosteniendo la pregunta, se ha inclinado hacia delante, sus hombros y su mandíbula están tensos, él también se mira las manos.
“¡Ya te he dicho que vayamos!” contesto con un poco de rabia, sujeto el bol de los cereales con la mano y lo acerco al pecho como un escudo “O vamos o no vamos pero lamentarnos no hará que la lluvia caiga hacia arriba”
No quedan cereales, me levanto bajo su mirada atenta y me coloco frente al fregadero, dándole la espalda. Su voz me llega como lejana, un susurro hosco.
“La idea de ir fue tuya, tú querías ir a la playa”
    La espuma del jabón se acumula en el fondo, abro el grifo y el agua corre, y corre, ojalá yo cayendo por el desagüe, lejos de esta conversación ridícula. Solo quería desayunar tranquila, ¿porque estoy peleando si no quiero?¿dos no pelean si uno no quiere?¿verdad? mentira.
“No tiene porque ser ir a la playa, dijiste que nunca hacíamos nada, solo hagamos algo, lo que tú quieras”
Cierro el grifo y miro el sumidero, si fuese mediodía habría más platos para fregar y yo tendría algo que hacer con las manos y con la mirada, no sé dónde ponerlas.
“Últimamente parece que no hablamos ni hacemos nada, trabajar, cenar, ver la televisión, dormir, despertarse, desayunar, trabajar, una y otra vez”
“El ciclo de la vida: nacer, comer, procrear y morir” respondo con sorna.
Suelta un bufido y yo me giro para enfrentarle, mis ojos buscan los suyos, pero él vuelve a mirar por la ventana, las nubes grises cubriendo el cielo, el olor a lluvia antes incluso de que comience el aguacero.
“Tampoco procreamos mucho que digamos”
“¿Quieres?” levanto las cejas y sonrio de lado, pero su cuello sigue torcido hacia otro lado, la línea se tuerce convexa “es que no sé qué quieres, ¿quieres ir a la playa?¿quieres follar?¿qué quieres?”
Me gustaría que alguien tomase las decisiones por mí, o al menos una indicación clara, un empujón amistoso en la dirección adecuada.
“A mi me da igual, lo que tú quieras”
    Mi propia línea se retuerce como una manguera en el suelo y se me escapa sin querer un reguero de frustación.
“Vete a tomar por culo”
Su mirada encuentra la mía por primera vez y nuestras líneas son ahora círculos de sorpresa y rabia, son cañones de pistolas, puertas de lavadoras, faros de coches, son verdades y mentiras, como la bocca della veritá en Roma se cierra, pruebas la sangre y carne del otro.
Un par de gotas golpean contra el cristal de la ventana.

domingo, 8 de marzo de 2020

Tengo agua, comida y techo,
pero me falta una boca, un cuerpo y un alma.
Tengo un camino y un destino
pero no tengo voluntad.
Mi pirámide de Maslow es un laberinto.