Es tan breve que el verdadero sentimiento se queda siempre a las puertas de la conciencia.

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sábado, 22 de agosto de 2015

Cuando estoy muy triste pienso en ti, no porque crea que si estuvieses aquí yo no estaría triste, sino porque de alguna manera quedaste asociado a mi tristeza.

sábado, 8 de agosto de 2015

El Andén


Cuando llego por la mañana al andén, lo primero que hago es buscarle, si no está me apresuro en los trasbordos intentando alcanzar el tren anterior, por si tal vez va en él, nunca lo consigo, es probable que no vaya en el tren y yo estoy en el lugar y el momento equivocados. Tengo la sensación de que va a ocurrir algo importante, que estoy a la espera de ese hecho crucial, deseo a la vez que suceda ya y que no lo haga nunca.
No le he contado a nadie cuanto deseo encontrarme con él, como le busco en cada estación o lo que realmente espero en el andén; no lo he dicho porque ya nadie vive de ensoñaciones y no están de moda los amores platónicos, mis amigas me dirían: “¿y a qué esperas? ¿eres un árbol? los árboles esperan, las personas actúan”, me da vergüenza explicarles que tengo demasiado miedo para moverme, es tan fácil quedarme aquí, dónde no hay peligro ni complicaciones, aunque el precio sea no sentir nada. A veces, siento rabia, y digo: “Sé valiente, arriésgate, actúa. Este es el momento de vivir, el único”, pero rápidamente vuelvo a la apatía y la misma voz que es la mía, me dice: “Estoy bien así, la vida es difícil y no quiero complicarla más”.
Durante más de un año he coincidido con él en diversas estaciones con diferentes destinos, hablamos cuanto dure el trayecto y cuando llegamos a nuestros destinos, vamos despidiéndonos poco a poco, sin querer realmente irnos. A veces tengo la sensación de que hablamos sin decir realmente nada, me sobrecoge la tristeza y tengo ganas de hacerle preguntas extrañas, ¿si fueras un fantasma a quién atormentarías? ¿si te hicieras famoso porque crees que sería?, pero entonces me puede la vergüenza y piso el freno de mi garganta.
Pueden pasar semanas sin que nos veamos, durante ese tiempo acumulo comentarios e historias como una urraca llenando el nido de tesoros brillantes, a menudo he querido preguntarle su opinión o decirle que he leído un libro que seguro le gustaría, que me acuerdo de él, le diría lo cobarde que soy pero para eso tendría que ser valiente. Cuando llega el momento y nos tenemos cara a cara, me atrapa esa convención social de ocultar los sentimiento por miedo al desprecio y a la vergüenza, es como jugar al póker, intentas adivinar las cartas del otro sin mostrar las tuyas, al final nunca digo nada.
Estoy esperando que ocurra algo importante, si el tren pasa lo cogeré sin dudarlo, tengo el billete comprado desde hace tanto tiempo que temo que caduque.
Hace un par de días me cruce con él, pero él bajaba y yo subía, coincidir es más difícil de lo que la literatura asegura, a pesar de haber nacido en la misma época, vivir en la misma ciudad y compartir el mismo destino, parece que nuestros trayectos se superponen sin chocarse, vidas que se cruzan y se aproximan, pasos sobre pasos, tengo la sensación de seguir una estela invisible, como si hubiese unas vías pero el horario estuviese equivocado.
Últimamente he estado incluyéndole en mis sueños, una vez soñé que estaba tumbada en el tren mirando las estrellas, él se tumbaba a mi lado sin decir nada y me daba la mano. Anoche soñé que vagaba en pijama por las calles, despeinada y ojerosa, me lo encontraba, me decía: “eres lo más hermoso que he visto nunca” y me besaba.
Hoy tampoco estoy en el lugar adecuado en el momento adecuado, y en el andén no hay nadie, a lo mejor si hubiese cogido el tren de menos cuarto. Me siento en un banco y miro el reloj de la estación, son menos diez, según mi experiencia el próximo tren no pasará hasta en punto, el letrero electrónico no dice nada, solo queda esperar. Suena una voz por megafonía: “Debido a problemas en la línea, el régimen de trenes no se da con normalidad”, y esperar un poco más. De repente, alguien me toca suavemente en el hombro.
- Vaya, que coincidencia.
De nuevo otra coincidencia, cuando ya empezaba a pensar que las había gastado todas, resulta que estoy en el lugar y el momento adecuados, y tendré la oportunidad de otro trayecto en tren, hablando sin decir nada, y luego esperar, esperar todavía más. Me giró y al asomarme a sus ojos nos veo a ambos sentados en estaciones distintas, esperando que pasase el mismo tren, un tren que no llega nunca.
- Me gustas.- digo, se escucha el zumbido de los cables y el rugido del viento, el tren está llegando a la estación.