Si estuve enamorada fue hace mucho tiempo, recuerdo los aburridos detalles pero los sentimientos parecen de segunda mano.
Al regresar a los rincones de tu infancia, te sorprende encontrarlos empequeñecidos.
No puedo volver a mis sentimientos pero creo que los recuerdo más grandes de lo que fueron.
Tal vez, es mejor que queden en el pasado, ¿y si volviera para descubrir que me queda enorme y no puedo vestirlo?¿y si he crecido demasiado y ya no me cabe?¿y si no sé amar o no puedo?
La pregunta es probablemente más amable que la respuesta.
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domingo, 22 de diciembre de 2019
domingo, 8 de diciembre de 2019
viernes, 22 de noviembre de 2019
viernes, 8 de noviembre de 2019
El olor dulzón de los lirios me marea, como si estuviera de nuevo en la iglesia cargando la corona de flores.
Mi abuelo murió antes de que yo naciera, no le recuerdo, para cuando murió mi abuela yo ya tenía más de veinte años, me sentí demasiado mayor para una primera vez y fingí que sabía lo que hacía.
Bajando por el pasillo de la iglesia, se me escapó el sollozo que estaba sujetando y salió como un sonido gututal casi un chillido.
Me dió vergüenza que todos supieran: había llegado a la muerte cargada de inocencia.
Mi abuelo murió antes de que yo naciera, no le recuerdo, para cuando murió mi abuela yo ya tenía más de veinte años, me sentí demasiado mayor para una primera vez y fingí que sabía lo que hacía.
Bajando por el pasillo de la iglesia, se me escapó el sollozo que estaba sujetando y salió como un sonido gututal casi un chillido.
Me dió vergüenza que todos supieran: había llegado a la muerte cargada de inocencia.
martes, 22 de octubre de 2019
martes, 8 de octubre de 2019
domingo, 22 de septiembre de 2019
domingo, 8 de septiembre de 2019
jueves, 22 de agosto de 2019
Todos buscan el amor pero nadie lo encuentra ¿quién sigue buscando algo que ya ha encontrado? Nosotros. El amor no viene a salvarte, necesita que lo salves tú, ya nadie cree en él y menos que todos, yo.
Yo no soy nadie, un error, una mancha, un espasmo de la mente, esa sensación en el estómago cuando piensas que hay un escalón más.
Ningún dios me ha reclamado, ninguna religión me ha bautizado, si alguien intenta darme nombre no deberías ser tú. Tus mentiras han corrompido todos los templos a los que podría acogerme, rezas por mí y me has hecho atea.
Yo no soy nadie, un error, una mancha, un espasmo de la mente, esa sensación en el estómago cuando piensas que hay un escalón más.
Ningún dios me ha reclamado, ninguna religión me ha bautizado, si alguien intenta darme nombre no deberías ser tú. Tus mentiras han corrompido todos los templos a los que podría acogerme, rezas por mí y me has hecho atea.
jueves, 8 de agosto de 2019
domingo, 4 de agosto de 2019
El Lobo Azul
Esta historia se desarrolla en un pueblo de montaña, cerca de un bosque. Los sucesos aquí descritos son ficción y cualquier parecido con la realidad es pura casualidad, pero por si acaso los nombres han sido modificados.
Nuestro protagonista es un adolescente con el pelo teñido de azul, muy rebelde o así lo cree él. De hecho, pasa mucho tiempo en el bosque, donde medita sobre sus problemas hormonales y esquiva a su familia. Cuando su madre le dice “ten cuidado”, él responde “los demás deberían tener cuidado conmigo”. Por favor, no le toméis como ejemplo. (La adolescencia es algo muy malo y afecta a una gran parte de la población mundial, donad en favor de la causa en la cuenta bancaria que encontraréis al final de este relato).
La aventura comienza pasado el mediodía, cuando nuestro protagonista después de vagar por el bosque, decide hacer una pausa para la comida. Ser un adolescente antisocial es un trabajo duro y da hambre.
Al salir de entre los árboles para tomar el camino de regreso, se encuentra de frente con otra persona, y por desgracia esta persona no tiene oportunidad de esconderse o esquivarlo a tiempo.
La chica, que tiene aproximadamente su edad y va cargando con una gran mochila, se ve obligada a frenar de golpe. Nuestro protagonista, que a partir de ahora y por motivos narrativos, llamaremos Azul, realiza un sutil movimiento de cabeza y dice:
Lo siguiente que sabemos es que nuestro protagonista está frente a la puerta de la casa. Ha llegado mucho antes que la chica, él tenía razón. Puede que pasar mucho tiempo vagando solo en el bosque sirva para algo, su madre estará tan orgullosa.
Nuestro protagonista se enfrenta ahora a un dilema, sentarse a esperar a la chica para poder saludarla desde lejos y de manera triunfante proclamar: “Te lo dije”, o echar un vistazo a la casa mientras tanto. Lo segundo requiere más energía inquieta y menos pasividad, si, lo segundo definitivamente. La extraña finca, está compuesta de una casa solariega de dos plantas y una zona vallada con enrejado metálico de casi 2 metros y la tela esa de plástico verde, esa típica de huertos, asumimos que es un huerto aunque no se pueda ver nada.
Una agradable anciana sale de la casa con una tijeras de podar y se dirige hacia el huerto, a riesgo de resultar mucho más espeluznante que simple observando desde la lejanía, Azul decide ir a presentarse, interceptando a nuestra anciana cuando está ya ha quitado el candado de la puerta y está dispuesta a entrar.
Tras un examen cercano de nuestro protagonista, al que, comprobado, no conoce de nada, la anciana repite:
Llaman a la puerta, la nieta ha llegado apenas 15 minutos más tarde que Azul, pero sin lugar a dudas el rato más extraño de la vida de nuestro protagonista.
Desde la cocina la ve entrar en la casa y puede oír su conversación.
Mira chaval que te pires.
Sigue arrastrándole por todo el salón, Azul se deja llevar, un poco mareado por la situación y porque la verdad no sabe muy bien qué decir.
La chica abre la puerta, le empuja fuera, y ya cerrando la puerta le amenaza:
.
Si hace un rato tenía hambre ahora todavía más, los bizcochos no han hecho nada, es mejor volver a casa. Llega al camino principal después de lo que parece mucho tiempo, es como si andase a través de mermelada, se siente raro, está un poco cansado y decide tumbarse un rato allí, solo un rato.
Afrontemoslo, se ha comido al menos dos trozos de bizcocho, y todos sabemos que no eran de tomate, por favor, imaginadlo, puaj.
Así que tenemos a nuestro protagonista, tumbado al borde del camino y mirando con intensidad al cielo...y con hambre... esa nube parece un conejo…y dándole vueltas a toda la escena, porque mira que ha sido todo raro y los bizcochos sabían raro y la chica se ha puesto como rara... y la de allí una zanahoria... ¡que gracioso!
En esta situación pasa con el coche un hombre de un pueblo cercano, uno de estos hombres afables, campechanos, con camisa de leñador que parecen lugareños de toda la vida no importa a donde vayan. Al ver a nuestro protagonista medio tumbado en el arcén detiene el coche y baja la ventanilla.
Tras llegar a casa en ese estado, la madre de nuestro protagonista acortó drásticamente las visitas al bosque, de hecho, las eliminó del todo, por si acaso. Azul pasó muchas más horas respirando el aire del interior como los adolescentes normales de esta generación, y jugando a videojuegos que es mucho más sano.
Todos comieron bizcochos y vivieron felices.
Nuestro protagonista es un adolescente con el pelo teñido de azul, muy rebelde o así lo cree él. De hecho, pasa mucho tiempo en el bosque, donde medita sobre sus problemas hormonales y esquiva a su familia. Cuando su madre le dice “ten cuidado”, él responde “los demás deberían tener cuidado conmigo”. Por favor, no le toméis como ejemplo. (La adolescencia es algo muy malo y afecta a una gran parte de la población mundial, donad en favor de la causa en la cuenta bancaria que encontraréis al final de este relato).
La aventura comienza pasado el mediodía, cuando nuestro protagonista después de vagar por el bosque, decide hacer una pausa para la comida. Ser un adolescente antisocial es un trabajo duro y da hambre.
Al salir de entre los árboles para tomar el camino de regreso, se encuentra de frente con otra persona, y por desgracia esta persona no tiene oportunidad de esconderse o esquivarlo a tiempo.
La chica, que tiene aproximadamente su edad y va cargando con una gran mochila, se ve obligada a frenar de golpe. Nuestro protagonista, que a partir de ahora y por motivos narrativos, llamaremos Azul, realiza un sutil movimiento de cabeza y dice:
- ¿Qué pasa?
- ¿Qué haces?
- ¿A ti que te importa? - es la pregunta inmediata y lógica, expresada en un tono brusco de quién descubre que todavía estás bloqueando el camino.
- Bueno, no sé, por curiosidad, es raro encontrar gente por aquí.
- ¿Y tú qué haces aquí? - interpela la chica, no por curiosidad si no por hacer notar la ironía.
- Me gusta venir para estar solo y pensar en mis cosas.
- Pues no te molesto más.- acota.
- A ver, ya que estás aquí, mejor me quedo contigo, el bosque es peligroso.
- ¿Tienes miedo? - replica con sorna.
- ¡No! - asegura Azul con energía , la duda ofende, él está a vuelta de todo.
- Yo tampoco.
- ¿Necesitas que te acompañe a algún sitio? Es fácil perderse, yo conozco muy bien el lugar.
- Ya conozco el camino.- afirma.
- ¿A dónde vas?
- A casa de mi abuela.- contesta con fastidio y la idea equivocada de que si colabora la conversación acabará antes.
- ¿La finca de la montaña? - adivina Azul.
- ¿No llegarías antes por el camino del río?
- ¿Eh?- exhala la chica.
- A ver, si cuando llegas a la desviación del pueblo, tiras en dirección al río siguiendo la orilla, sabes, en vez de girar a la izquierda, llegas antes.
- ¿A la orilla del río?¿Para subir a la montaña cómo?¿Trepando?
- Bueno, es un poco empinado si, pero llegas antes.
- Paso.
- Que sí, que tardas mucho menos, muchísimo menos.- insiste.
- Ya, pero no.
- Ya verás, pillo el atajo y llegó antes que tú.- apuesta nuestro protagonista.
- No,- niega la chica, pero es demasiado tarde, si no la escuchaba antes ahora la distancia hace la comunicación todavía más imposible.- no estás invitado, ¡no!.
Lo siguiente que sabemos es que nuestro protagonista está frente a la puerta de la casa. Ha llegado mucho antes que la chica, él tenía razón. Puede que pasar mucho tiempo vagando solo en el bosque sirva para algo, su madre estará tan orgullosa.
Nuestro protagonista se enfrenta ahora a un dilema, sentarse a esperar a la chica para poder saludarla desde lejos y de manera triunfante proclamar: “Te lo dije”, o echar un vistazo a la casa mientras tanto. Lo segundo requiere más energía inquieta y menos pasividad, si, lo segundo definitivamente. La extraña finca, está compuesta de una casa solariega de dos plantas y una zona vallada con enrejado metálico de casi 2 metros y la tela esa de plástico verde, esa típica de huertos, asumimos que es un huerto aunque no se pueda ver nada.
Una agradable anciana sale de la casa con una tijeras de podar y se dirige hacia el huerto, a riesgo de resultar mucho más espeluznante que simple observando desde la lejanía, Azul decide ir a presentarse, interceptando a nuestra anciana cuando está ya ha quitado el candado de la puerta y está dispuesta a entrar.
- ¡Hola!
- ¿Quién eres? -pregunta con voz trémula.- Espera, espera que me ponga las gafas para verte mejor.
Tras un examen cercano de nuestro protagonista, al que, comprobado, no conoce de nada, la anciana repite:
- ¿Quién eres?
- Soy Azul - responde nuestro protagonista que ha estado esperando en educado silencio.
- ¿Qué?
- Soy Azul - repite.
- ¿Que quieres Atún? - contesta todavía más confusa la anciana.
- Azul, señora, azul,- bueno está claro que la señora es un poco sorda así que nuestro protagonista está dando su mejor esfuerzo.- A-Z-U-L.
- ¿Qué?- insiste nuestra anciana poniendo ya cara de mosqueo, de “estos jóvenes de hoy en día..”- ¡Habla más alto, niño, para que te oiga mejor!
- ¡AZUL! - grita nuestro protagonista con toda la energía de sus jóvenes pulmones.
- Bueno, tranquilo, no grites. Lo del azul ya lo veo, pero ¿quién eres?
- Soy un amigo de su nieta.
- ¿Ah, si? Mira tú que bien. - contesta la abuelita con sonrisa educada. - ¿Y has venido a merendar?
- Bueno… estaba esperando a su nieta que viene de camino. Disculpe si la molesto.
- No, niño, claro que no, solo iba a podar y esas cosas de ancianas con tiempo libre.
- ¿Estas plantas cuáles son?- pregunta en seguida Azul.
- Tomates, hijo mío,- responde la anciana con soltura.- los chicos de hoy en día ya no distinguís ni unos tomates.
- ¿Te apetece un bizcocho? Los hago yo, con lo que cultivo en mi huerto. Muy naturales.
- Muchas gracias señora .
- ¿Te gusta?
- Si, si, muy rico - contesta nuestro protagonista, no hay otra respuesta posible para una anfitriona y cocinera que te mira fijamente.- ¿De qué es?
- De tomate.
- No sabe a tomate.
- ¡Por eso está bueno! - exclama la abuelita con una risita simpática.- Azul la imita, aunque su risa parece más bien confusa, el tipo de risa de alguien que no ha pillado el chiste. - Ay, me está dando hambre verte, yo también me voy a comer un trozo.- La abuela saca del cajón una dentadura, - Es para comerte mejor.
Llaman a la puerta, la nieta ha llegado apenas 15 minutos más tarde que Azul, pero sin lugar a dudas el rato más extraño de la vida de nuestro protagonista.
Desde la cocina la ve entrar en la casa y puede oír su conversación.
- Buenas tardes, abu.- saluda la chica, ofrece la mejilla para el habitual beso de abuela, que son en realidad cien pero muy rápidos. - Te traigo tu dinero.- dice mientras abre la mochila, desde lejos no se ve muy bien, pero parece un fajo de billetes, asumimos que son, de hecho, varios fajos de billetes.- y así también me das los bizcochos para esta semana.
- Me han salido fantásticos, que te lo diga tu amigo, a qué sí, niño.- la abuelita se gira hacia Azul.
- ¿Mi qué? - se extraña la chica, que por fin cruza la mirada desde el otro lado de la casa con nuestro protagonista.- Abuela, yo a este chaval, no lo conozco de nada, no deberías haberle dejado entrar en la casa,- dice la chica mientras observa a Azul con fastidio,- y encima le has dado un bizcocho.
- Te dije que llegaría antes- se jacta nuestro protagonista.
Mira chaval que te pires.
Sigue arrastrándole por todo el salón, Azul se deja llevar, un poco mareado por la situación y porque la verdad no sabe muy bien qué decir.
La chica abre la puerta, le empuja fuera, y ya cerrando la puerta le amenaza:
- No has visto nada, ¿entendido?
- ¿Ver el qué?- pregunta nuestro protagonista.
.
Si hace un rato tenía hambre ahora todavía más, los bizcochos no han hecho nada, es mejor volver a casa. Llega al camino principal después de lo que parece mucho tiempo, es como si andase a través de mermelada, se siente raro, está un poco cansado y decide tumbarse un rato allí, solo un rato.
Afrontemoslo, se ha comido al menos dos trozos de bizcocho, y todos sabemos que no eran de tomate, por favor, imaginadlo, puaj.
Así que tenemos a nuestro protagonista, tumbado al borde del camino y mirando con intensidad al cielo...y con hambre... esa nube parece un conejo…y dándole vueltas a toda la escena, porque mira que ha sido todo raro y los bizcochos sabían raro y la chica se ha puesto como rara... y la de allí una zanahoria... ¡que gracioso!
En esta situación pasa con el coche un hombre de un pueblo cercano, uno de estos hombres afables, campechanos, con camisa de leñador que parecen lugareños de toda la vida no importa a donde vayan. Al ver a nuestro protagonista medio tumbado en el arcén detiene el coche y baja la ventanilla.
- ¿Estás bien, chaval? Tienes mala cara. - le diagnostica desde el asiento del conductor.
- ¿Yo?… yo… si.
- ¿Qué te ha pasado?
- Pues… la abuela... y la chica… - comienza nuestro protagonista, está al borde de una idea, pero le da vueltas el estómago y no se puede concentrar.- esos tomates… y la dentadura...
- ¡Escúpelo ya, chaval! - le anima el leñador, acompañándolo de un golpe en la espalda - Sácalo de dentro.
- Era un camello.
- ¿Pero qué te has fumado, muchacho?
- No, no, no he fumado nada. Me lo he comido.
- Criatura… - comienza el señor, se detiene y pellizcándose el puente de la nariz suspira.- ¿dónde vives? - pregunta casi con pena.
- En el pueblo.
- Anda, ven, te llevo a casa que no estás en condiciones.
- Pero es verdad, no había ni un solo tomate y yo esas plantas las he visto en camisetas de Jamaica.
- Ya, ya, anda, sube al coche y échate una siesta, a ver si para cuando lleguemos se te ha pasado. - con cuidado de que no se golpee la cabeza, el pueblerino suelta a nuestro protagonista sobre el asiento del copiloto y casi con un cariño de padre le abrocha el cinturón de seguridad.- Como te vean tus padres así menudo disgusto, que desgracia de hijo.
Tras llegar a casa en ese estado, la madre de nuestro protagonista acortó drásticamente las visitas al bosque, de hecho, las eliminó del todo, por si acaso. Azul pasó muchas más horas respirando el aire del interior como los adolescentes normales de esta generación, y jugando a videojuegos que es mucho más sano.
Todos comieron bizcochos y vivieron felices.
lunes, 22 de julio de 2019
Este momento es mío y lo mantengo en secreto sin compartirlo con nadie.
Me da vergüenza mi vulnerabilidad, atesoro esos sentimientos como una urraca, lejos de miradas ajenas.
Me da miedo que alguien me revele la verdad: mi sueño más brillante es una baratija y mi nido está hecho con joyas que me verdean la piel.
Me da vergüenza mi vulnerabilidad, atesoro esos sentimientos como una urraca, lejos de miradas ajenas.
Me da miedo que alguien me revele la verdad: mi sueño más brillante es una baratija y mi nido está hecho con joyas que me verdean la piel.
lunes, 8 de julio de 2019
sábado, 22 de junio de 2019
sábado, 8 de junio de 2019
El ciclo
Tú y yo, alimentamos a nuestros demonios con pedazos del alma del otro.
Con esos demonios que hemos cebado, alimentamos el arte.
Mi verdadera musa es esta espiral de locura que hemos creado.
Con esos demonios que hemos cebado, alimentamos el arte.
Mi verdadera musa es esta espiral de locura que hemos creado.
miércoles, 22 de mayo de 2019
miércoles, 8 de mayo de 2019
martes, 23 de abril de 2019
lunes, 8 de abril de 2019
viernes, 8 de marzo de 2019
Marcharse es difícil, querer algo más y no saber qué. Hambre de lo desconocido, una pieza sin hueco, una respuesta sin pregunta, una aventura sin destino. Me aterra quedar atrapada en mi zona de confort, desperdiciar mi alma y mi cuerpo, tan jóvenes y ya marchitándose, indecisa sobre dónde empezar a buscar lo que no sé. El miedo me cubre como un manto de polvo, una angustia espesa se pega a mi piel y en los rincones de mi personalidad crece una soledad enmohecida, casi seguro venenosa.
Me falta impulso para escapar de mi propia gravedad.
viernes, 8 de febrero de 2019
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