Marcharse es difícil, querer algo más y no saber qué. Hambre de lo desconocido, una pieza sin hueco, una respuesta sin pregunta, una aventura sin destino. Me aterra quedar atrapada en mi zona de confort, desperdiciar mi alma y mi cuerpo, tan jóvenes y ya marchitándose, indecisa sobre dónde empezar a buscar lo que no sé. El miedo me cubre como un manto de polvo, una angustia espesa se pega a mi piel y en los rincones de mi personalidad crece una soledad enmohecida, casi seguro venenosa.
Me falta impulso para escapar de mi propia gravedad.
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