Cuando te muestre mi alma, si acaso mereces que lo haga, y la desnude con dedos trémulos y contenidos. Ojalá que al contemplarla no puedas evitar desearla y querer fundirte con ella. Entonces me enseñarás tu alma, te la sacarás del pecho y me dejarás sujetarla en mi palma. Y cuando pongamos nuestras almas juntas, si acaso tienes el valor para arriesgarte, estaremos haciendo el amor.
No se necesita valor cuando ya no tenemos alma.
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