- Te he echado mucho de menos, Amanda.- gime él contra su cuello.
- Que equivocado estas, amor.- dice Amanda.- no puedes echar de menos algo que nunca has tenido.

S. quiere besos, los quiere en la frente, en los hombros, en los labios, quiere que hagas carreteras de besos, caminos, autopistas. Quiere besos de buenas noches y de buenos días, los quiere en la calle y en la cama, bajo la lluvia y bajo en sol, quiere que sepan a chocolate, a fresa y a caramelo.
S. quiere que la beses, adelante, ¿Qué esperas?¿Una invitación por escrito?

Annie esta verdaderamente encantada, el Él verdadero acaba de lanzarle una mirada, y ahora ella se esta derritiendo en medio de la sección de congelados, sin ninguna posibilidad de que suene el despertador. Tambien esta sorprendida, en teoría esas cosas solo pasan en los sueños y creía estar despierta.
Él se para frente a ella y esboza una de sus mejores sonrisas, Annie se estremece.
- Hola.- dice Él.
- Hola.
- Te parecerá una locura, pero creo que eres la mujer de mis sueños.
- No.- contesta Annie.- no me parece una locura.

Sonríes, corres, cantas, ríes, gritas, juegas y cierras los ojos muy fuerte, para no ver que tu vida esta hecha pedazos, porque una vez que abras los ojos, no van a aguantar esos trozos de esparadrapo con los que te has rehecho.

Tiene miedo, un miedo terrible que paraliza, que adormece, que congela. Tiene un miedo que la deja clavada en el sitio, incapaz de hacer nada. Ella hace todo lo que puede para superar ese miedo, pero ya desde el principio sabe que se acabará rindiéndose porque es una cobarde, y es tan fácil, tan condenadamente fácil no arriesgarse, que cuando llega el momento de la verdad se deja ganar por el miedo, es más fácil que luchar, mucho más fácil. Y es que tiene tanto miedo del amor que apaga cualquier posibilidad de que surja.

- ¡No me lo puedo creer!
- ¿El qué?¿Qué pasa?
- Es increíble. ¡Increíble!
- ¿Qué?¿Qué?
- Tú.

Ella piensa que es importante para él.
La realidad es que a él le importa muy poco o casi nada, como todo lo demás. Max se limita a sentarse en el sofá y dejar pasar el tiempo, no creo que se moleste ni en pestañear. Ella se desespera y todos los días intenta hacerle reaccionar, le grita, le insulta, le dice que le odia, le empuja, le pega, y acto seguido le pide perdón, le dice que le quiere, le abraza, le besa; pero él no hace nada, no reacciona. Entonces a ella también le puede el desánimo, le pesa el alma y se cae al suelo, donde llora hasta hacerse insensible, como él.

- ¿Y si a él no le gustas?
- ¿Quién ha dicho que su opinión importe?

- ¿Te crees la reina del Polo Norte? Con tu actitud de “a mi todo me da igual”, no dejas ver tus sentimientos, no dejas que nadie traspase el hielo y te vea desprotegida, porque no confías en nadie. ¿No te da pena?
- No, me da igual.

Jude, Jude, Jude.
¿A quien buscas?
A Jude.
Genial, cuando la encuentres me avisas.

Jude esta perdida, lleva perdida ocho años, y se busca aunque sepa que no va a encontrarse; por que ella, la verdadera Jude, esta enterrada dos metros bajo tierra en el cementerio de Moonsville, que siga respirando, que ande, que viva, es solo un error de cálculo, como mucho habrá un trozo de ella vivo en algún sábado a las 11 pero es un trozo olvidado entre botellas de alcohol, bien lo sabrá Jude que lo esta buscando en todas.

Bum, bum. Bum, bum.
Bum, bum. Bum, bum.
Ella lleva el ritmo dando golpecitos con los dedos,
parece que este haciendo morse.
Bum, bum. Bum, bum.
Bum, bum. Bum, bum.

Désirée no quiere pensar en el mañana, porque mañana podría no haber nada, a veces consigue olvidarse y se descubre pensando en el futuro, pero en seguida se para porque tal vez no haya ninguno.
Désirée duerme con el oído apoyado en su pecho para oír los latidos de su corazón. Bum, bum. Bum, bum. A veces cuando Lucien se ha ido a tomar un vaso de agua y no esta en la cama, Désirée sueña que corre, en una carrera muy importante, va hacia atrás, hacia la salida, pero llega a la meta, al final; Entonces se despierta gritando su nombre y esta tan asustada que solo se calma cuando la abraza.
- No te vayas nunca Lucien.- le pide Désirée, pero él no puede prometerle algo así, no porque no quiera, es que no puede.

Él la dejo por otra. Tal vez más guapa, más lista, más ardiente, más joven, más elegante, más enérgica; tal vez la otra tuviese muchas cualidades que ella no tenía, pero eso no la haría cambiar de opinión, si él la había dejado no es por lo que tuviese la otra, es porque él no tenía cerebro.

La adolescencia para ella era una parada en medio del camino. A veces quería abrazarse a su osito de peluche y no necesitar nada más, otra veces quería calzarse unos buenos tacones y salir a comerse el mundo. Y nunca, nunca, sabía cual de las dos hacer.

Él le quitó las gafas.
- No te veo.- se quejó ella.
- Acércate más.